El lado oscuro del aznarismo

AHÍ ESTÁN, apuntados con letra de contable en los tarjetones y documentos de LB, antes Luis el gentil, ahora Bárcenas el delincuente. Paco, Rodrigo, Javier, Mariano, Federico, Jaime... Hombres que, como dice Bertrand Russell, se distinguían del resto de los hombres en su excepcional amor por el poder. Paco, Rodrigo, Javier, Mariano, Federico, Jaime. Amaban el poder tanto como para no querer dejarlo nunca. Bajo el mando de su amigo José María –el único que no aparece en los papeles–, disfrutaron del poder más que nadie y como nadie. Eran importantes, fuertes, admirables para los militantes, temibles para la oposición. Al parecer, este luminoso escenario tenía un lado oscuro que administraba LB. Sus nombres aparecen ahora ensuciados por la tinta de la corrupción, deshonrados por la letra del más elegante, caballeroso y dispuesto de los gerentes. Para darle al juez de los patricios del PP receptores de sobresueldos, el recluso Bárcenas pidió una corbata. Quiso volver a ser Luis el gentil.

La generación de Aznar alargó tanto su pasión por el poder que las circunstancias de la vida la han dejado exhausta, dispersa y encabronada. Paco, su general en jefe, ha huido emboscado a los bosques asturianos donde rumia en venganza. Rodrigo, el dueño del carismático don del liderazgo, está encerrado e imputado en casa, preparando su defensa por la quiebra de Bankia. Jaime, el hombre de los principios morales, está callado como nunca en Estrasburgo. Javier, el seductor que les animaba a todos, el hombre que disolvía los conflictos con su encanto, es ahora un político arrumbado por los fracasos y con la negra sombra de la componenda sobre su cabeza. El hechizo del campeón se ha evaporado. Federico, el chambelán para todo, reside en su exilio dorado londinense con los muertos del Yak en sus pesadillas.

Mariano, el heredero inesperado, se quedó con el ajuar que custodia en La Moncloa. El sistema de manejo del dinero ejecutado por Bárcenas el delincuente, antes Luis el gentil, no se ideó bajo el liderazgo de Rajoy. El presidente lo heredó de la etapa de Aznar-Cascos. La herencia incluía a un gerente al que él ascendió a tesorero. El heredero no era hombre de cambios bruscos ni emociones fuertes. Pero la vida casi nunca es como la habíamos imaginado.